Hay, en la dinámica humana, cuestiones que, desde la razón, no llegan a comprenderse... Hay lazos tan sutiles como indelebles que sostienen y nutren el contacto, aún cuando dos personas, por algún motivo, no comparten la proximidad física. Están los que se aventuran a entrar en terrenos de tecnicismos místicos en el afán de definir y explicar un acontecimiento vital que, mayormente, no necesita de palabras para ser. Hay afinidades impostergables, inquebrantables, inolvidables entre esas expresiones del Espíritu que son las almas. Hay travesías compartidas desde el preciso momento en que, desprendiéndose como gotas de la Fuente inextinguible de la que proceden, abrazan las formas para experimentar la conciencia desde la materia. Desde entonces, caminan juntas. Y digo "desde" porque, para jugar este Juego, a veces doloroso, a veces glorioso, pero siempre enriquecedor, se montan en la cuerda del Tiempo que besa el párpado de la Conciencia Pura dando origen a la Ilusión. 
Desde entonces se buscan en sus pasos sobre esta tierra, en este mundo para bailar la más bella danza hecha poesía.




La imaginación del hombre encuentra su apoyo y sustento en la desbordante paleta acuarelada de la realidad y es en un punto en donde ambas se funden de modo inseparable, indistinguible. Un espacio atemporal, un tiempo infinito, un canal de parto que es umbral y pasaje de la vida a la muerte y nuevamente a la vida. 
Desde esa región, procede la fantasía y hacia allí retorna luego de sembrar increíbles universos...




Fuente de Vida, 
AGUA
TIERRA
AIRE
FUEGO


Prima Vera penetra la esencia de cada elemento despertando la tierra sumida en el sueño de la simiente, insuflando los rescoldos de las hogueras de frías noches invernales, derramando cada gota contenida en los cristales de las cumbres ateridas, agitando la brisa que esparce aromas y templanzas como colores en el lienzo del artista.









En medio, por encima y abajo, a los lados, delante y detrás, la vida todo lo contiene, a través de todo se revela y penetra íntimamente en cada una de sus criaturas, palpitante. Ahora mismo, tu corazón late sincronizado con su pulso. Estás vivo porque sos la vida, indestructible. Y aún cuando, llegado el momento, tu centro cordial ceda su ritmo habiendo alcanzado la orilla de su proceso, seguirás viviendo en la luz, por la luz, siendo luz.




Constelando en las ateridas ramas de un viejo olmo, resplandecen en la noche fría y oscura. 
La marea ajetreada de una multitud sonámbula pasa a su lado sin reparar en la escena que está teniendo lugar. Detengo mi caminata por un momento y, de pie ante su presencia, en paz permanezco acompañándolas, conmovida. Está ocurriendo, así, tan simple, el encuentro de dos destellos de la Consciencia reflejados en las cristalinas aguas del Río que la Vida es. Hay emoción como un pájaro posado con sus alas desplegadas en el centro de mi pecho; hay gratitud... Cierro los ojos unos breves instantes para vislumbrar sus otras caras, las que se revelan sólo a mi mirada interna. Me están contemplando, me están susurrando el canto magnífico de la existencia que sabe amoroso, cálido, íntimo. Vuelvo la vista a ellas y extiendo mi mano para acariciarlas sellando el contacto. No hay momento, pienso, que guarde tanta magia como el del encuentro sincero de corazones que palpitan.

Un último roce de mis dedos, en sus mejillas, una sonrisa plena como sencilla ofrenda y retomo el rumbo hacia todos los destinos. Siete pasos doy y, sin poder, sin querer evitarlo, volteo una última vez a verlas. Recogidas en su propio encanto, se elevan silenciosas soñando el cielo.




Una manada de ellas trashuma en silencio por el corredor altísimo de un azul impecable. Lento avanzan y sin pausa, recordándole a quien presta su mirada que es el devenir sustancia de la existencia, que es esquiva la permanencia del hombre sobre la tierra, que sólo perdura perfecta en sí misma la Primera Causa. Hijas purísimas del Aire, pacen en la vastedad casi infinita de la celeste llanura como resplandecientes vacas sagradas. Y es su altar y su morada el seno mismo de la Creación imperturbable.




Me ha prestado sus ojos la melancolía. Me ha invitado a asomarme por ellos. Dudé un momento, pero, ya que lánguida insistiera, accedí a ver la vida desde su deriva. 
Acaso jamás sospechara tanto dolor... Eran dos luceros, caídos al mar de la tristeza, de una dulce niña que, sin consuelo, llorara sobre el blanco papel manchado ahora de tinta. Y decía la letra que aún se dejaba leer:

"... Ya no regreso.
No me extrañes. ¡Vive!
Adiós en este beso..."




Confías tu mansa carne de luz 
al torrente anochecido 
y, en él,
besas al hombre 
que tras silentes sombras te contempla, 
enamorado de la quimera de tu tersura, 
de tu blancura, 
de tu pureza...




A pesar del espeso manto de nubes que cubre el cielo sobre el horizonte y parte de la cúpula, apuro la marcha. Algo me dice que, con todo, no será esquiva a mi seducida mirada. Las calles se ven desnudas de la muchedumbre que habitualmente las colma. El frío intenso ha acobardado voluntades, las ha puesto tras las puertas, al amparo de algún radiador, de alguna hoguera. Un silencio reverencial crece en mí a medida que me acerco a las Grandes Aguas. Me detengo junto a la orilla del río. Con mi vista fija en lo alto escudriño buscando referentes: sobre el oeste y por encima de unas gruesas hilachas azuladas recortadas contra los últimos cobres del crepúsculo, distingo a Venus; para esta misma hora respecto de hace unos siete día atrás, se hace notorio su ascenso y desplazamiento alejándose cada vez más de las luces del poniente. Mucho más elevado y hacia la izquierda del lucero, está Saturno. Adar, Alpha Centauri y la Cruz del Sur van haciéndose visibles por entre los apretados nubarrones que comienzan a desgarrarse ante los primeros fulgores blanquecinos que ya la anticipan... Intento algunas tomas. La brisa gélida desde el Paraná irrumpe mordisqueando mis dedos que van perdiendo sensibilidad al roce con la máquina. Procuro mantenerme en movimiento para evitar el entumecimiento generalizado en el cuerpo. Sin dudas, es su aparición, plena y enigmática, suficiente estímulo para que pase por alto las inclemencias de una noche como ésta. Sólo quiero verla, una vez más contemplarla regando su argentino reflejo sobre el encrespado cause que la mece. Y, finalmente, ocurre. Lenta se asoma por encima de los densos grises que sucumben inexorables ante la magnitud incisiva de su resplandor de plata. Ella y yo en un diálogo sin palabras, magnífica, inalterable en su belleza. Rendida, me entrego a la custodia celosa de sus destellos, a solas, fascinada...





Basta un rumor entre las hojas,
el destello furtivo de una candileja,
la ráfaga lejana de aquella inolvidable rapsodia,
el aroma que trae la brisa nocturna
evocando dormidos silencios
que saben a olvidos,
que auguran encuentros...

Poesía es el nombre de este momento...




Es la fugacidad del tiempo, tal como la experimenta el humano, 
un privilegio a la vez que la causa de lamentos. 
La belleza de cada instante es tan sutil y efímera 
como el primer aliento que entrega una flor 
amaneciendo a las caricias del rocío, 
como ese primer rubor en las mejillas de la inocencia. 
Si no se está allí, en cuerpo y alma, para impregnarse de ella 
se esfuma, 
se escurre como los suspiros del enamorado, 
inasible...





Sentada en el suelo pues no uso silla. Basta inclinar a mi izquierda y levemente hacia atrás mi cabeza, alzar los ojos y dejar que mi inquietud se fugue en alas de las ansias con destino a un azul que es infinito sólo porque así lo intuye mi mirada, reflejo del íntimo cielo mío. Sobre lienzos de fina gasa me deslizo tan fascinada como ligera, en tanto en el pecho, aleteando, el corazón se me enciende como alondra vuelta estrella que a sus confines presiente que regresa. En un furtivo instante, un giro imprevisto de mi alma me devuelve tan fácil al encantado tapiz de mi infancia que, burlando la gris perspectiva de la lógica, me transporta en sus pliegues al encuentro de realidades veladas para descubrir lo inimaginable y, trasponiendo horizontes, a las puertas del Sol mismo me entrega.






"Vamos, rápido... Todos aquí, sentados en el suelo", vocifera un hombre de mediana edad con acento claramente correntino a un contingente de adolescentes alborotadísimos por las luces, el tráfico y el generoso desborde visual a su alrededor. Los observo sin detenerme, me sonrío amable y continúo mi marcha. Mi destino, ya a pocos metros: la ribera del río. La noche, cálida y por demás húmeda, guarda una luminosidad escasa. En lo alto, hacia el occidente, se deja contemplar el velo en cuarto creciente de una luna femeninamente discreta, sugerente. Llevo la mirada al frente. Una fina bruma resplandece pálida y desdibuja hacia adelante el horizonte, sumiéndolo en los abismos de una negrura que impone silencio. Cielo y tierra se funden en un tercer espacio inconcreto, tal vez, inexistente. Siento algo que me llama, que me convoca desde la pardura misma de las aguas. Una fascinación que no comprendo se libera en mi torrente y me invita a caminarlas con este sentir mío sediento de la mística belleza que de ellas emana.
Es este fugaz instante un caleidoscopio de lo eterno, acaso el susurro de un Universo que, ante mí, así se revela en su inmensidad...











Las tengo en frente mío. Las estoy mirando justo ahora. Son... priMORosAs: seis blancas, cinco de un color... indefinible, tres fucsias y catorce corazones palpitando en un amarillo radiante. Sentada en el suelo, serena, las contemplo en la soledad del silencio mientras pienso... "es simple el... AMOR, esa fuerza abundante, incontenible y poderosa, sustento de Vida, que, tiñendo de mil matices la condición humana, se despliega pura, inmaculada, en la sencillez, por ejemplo, de un pequeño... RAMO de MARgAritas". El hombre tras la mano que me las trajo es bien AMAdo y, a la voz de... "mami, ¡feliz día!", me acercó en un abrazo al núcleo en su pecho, allí de donde brotan las palabras como de un manantial virgen, cristalino, allí donde MORA el sentir auténtico. Claro que no son necesarios los discursos para expresar el afecto y, sin embargo, qué bien sienta, cada tanto, un "te quiero..." latiendo en lo labios que se abren al decir AMORoso de quien nos lo pronuncia.

Ahjj..., la generosidad, sospecho, tiene mucho que ver con las... MARgAritas.




Se sacia la negrura en tus áureos fulgores. 
Por un momento, 
la noche se ha despojado de su húmedo silencio 
y, a tu reparo, 
se ha quedado dormida, 
en tus brazos 
envuelta de encendidas transparencias...





Día nublado y tormentoso.
Chica caminando por la calle.
Dama caminando también por la calle, en sentido contrario a Chica.
Chica muestra una manifiesta minusvalía en una de sus piernas.
Dama advierte esa particularidad.
En un punto de ambos recorridos, Chica y Dama quedan enfrentadas.
Se detienen.
Se observan.

Ante la mirada de Dama, Chica le dice, luego de esbozar una mueca ostensiblemente irónica, "¿Qué, nunca viste una chica renga?"
Dama le responde, "Desde luego que la vi."
Chica embiste de nuevo, "¿Y, entonces, por qué me mirás? ¿Porque soy diferente?"
Dama responde una segunda vez, "Probablemente..."

Serena, toma un respiro y continúa hablándole... de este modo:

"¿Ves? -señalando su propia pierna-, vos y yo somos evidentemente diferentes. Tanto como lo son aquel anciano de bigote sentado en el banco de la esquina o esa nenita de piel oscura que va de la mano de su mami por la vereda de enfrente con respecto a cualquiera de nosotras dos. Así de diferentes somos. Distintos "envases", sin duda, pero todos conteniendo la misma Esencia y, a su vez, contenidos todos en Ella. Ser diferentes en las formas, linda, no nos hace mejores ni peores pues, en sí, no es algo bueno ni malo. Solo nos hace diversos, como diversos son los colores en la paleta de un pintor que, llegados al lienzo, se aúnan y funden en nuevos tonos y matices dando vida a la obra. ¿Qué te parece, muchacha? ¡¡¿No es una maravilla?!! Es un hecho que el modo mío de perfumar el camino de esta humanidad sería absolutamente incompleto y gris si faltara el aroma de tu andar, la simpatía de los bigotes del caballero o el resplandor moreno de la piel de la nena..."

Silencio.
Chica pensativa.
Dama sonriente.
Chica se le acerca y le da un beso en la mejilla.
Dama la rodea con sus brazos.
Aún, silencio.

Sol saliendo en el cielo...





Alas son que despliega el alma desde dentro elevándose en vuelo, invitándose a la aventura de una humanidad nueva, reciente, genuina, perpleja ante la magnitud inabarcable de sus propios dominios. Hay, más allá del entendimiento, la inmensidad de una Conciencia hecha Universo despertando a una perpetua alborada, anocheciendo eternamente en los confines insondables del imperturbable silencio. 

"... Bañada estoy en su luz..., rendida a su resplandor ..."









La razón ha bajado a templarse en las cálidas llamas del corazón. Como en un cristal, se ha mirado en ellas y, al hacerlo, ha visto resplandecer en su propio reflejo un fulgor tal que la sumiera en profundo embeleso. Ha encontrado, finalmente, el cauce de su río dirección y propósito, el sentido profundo de la existencia que en el mundo de los humanos, ha oído, llaman Amor. El corazón contempla complacido la escena y es entonces que, abriéndose paso hacia los labios, se pronuncia al aire y echa en vuelo la palabras como sutiles mariposas llevando el mensaje perdurable de la Vida...




Vestida de plenilunio, asoma serena su rostro y en las oscuras aguas del río se espeja mientras una multitud de ondinas copia su silueta que se escurre furtiva e inasible entre los crepitantes destellos que por ella velan ...




Su pálido resplandor trazó un sendero de luz 
en la parda negrura de las aguas 
y con delicadas hebras de plata 
labró la urdimbre de su hermosura 
en el seno mismo
 de la noche espejada...











Velada su preñez, a punto está de parir la luz de su vientre maduro. En tanto, en el mundo de los hombres, Nadie se asoma al balcón de su mirada, se prenda de sus argentinos destellos, como a ninguna le sonríe y, en silencio, la adora, mientras le canta su corazón enamorado...







Hugo, sentado en la vereda. Su espalda apoyada al descuido contra la columna en la fachada de un edificio público, templando está las cuerdas de su guitarra al amparo de una noche fría y húmeda que lo abraza. A su lado, la corriente excitada del gentío va y viene sin reparar en su presencia. Inclinado sobre el fragante cuerpo hecho madera de su amada, la toca, la acaricia, la huele, vuelca sobre ella su escucha amorosa y la oye susurrar, tal vez desde ensueños, una melodía tan cálidamente bella como casi imperceptible, la mira... con sus ojos ciegos al oropel de un mundo estridente, encandilante, pero vivos y abiertos a las realidades sutiles. Sigilosamente me detengo muy próxima a él. Me acuclillo. No me ve y sabe que estoy allí. Un acuerdo tácito entre los dos, pactado desde el silencio, me abre generosamente las puertas para entrar en la dimensión de su sensibilidad. Está ocurriendo justo ahora. Un corazón y otro corazón se encuentran, se reconocen y hay fiesta... y la melodía que mana del alma celebra y retoña y echa zarcillos floridos que trepan a nuestros cuerpos de luz encendiendo dorados reflejos, divinos resplandores. Dulcemente llueve mi íntimo cielo desbordando emociones y me vuelvo más blanda, más clara, más cristalina en el espíritu que se yergue soñándome, cantando mi carne apasionada y vibrante.

Y Hugo…, sentado en la vereda.




Es ese momento, ese instante fugaz y eterno que me inunda, me penetra y desflora, acaricia mis labios, me roba el aliento, besa los ojos míos y en dulce sueño de muerte me sume... Sacerdotisa me vuelvo de sus arcanos secretos, custodia celosa de su realidad velada que navega imperturbable la bruma de todos los tiempos, de todos los misterios... Sella mi alma a fuego, me pare luego insuflándome el nuevo hálito, me devuelve a la luz madura en conciencia y doy mi primer respiro como bocanada hambrienta, bienvenida a un universo impregnado de un brillo desconocido, casi inexistente, acaramelados matices, exquisitos destellos, y me renombra criatura concebida en el seno de la Vida ...




Blanca la luna
bajó a la ría
para beber
en sus aguas frías.
Bella su estampa,
plata y serena,
calma su sed
en aguas morenas.
Voces nocturnas,
sombras silentes
cuentan amores
inconvenientes:
que, en plenilunio,
hombre la observa,
que la desnuda
sin más reserva
y que, en ensueños,
sacia su hambre;
ella, tan casta;
él, pura sangre.
Monta blancura,
cabalgan lejos.
y al alba vuelven
casi perplejos.
Hombre la besa,
luna suspira,
crece el encanto
mientras se miran.
Ya se despiden
entre promesas;
últimos besos
siembran certezas.
Discreta sube
entre sus pliegos,
hembrura fértil
(parirá luego).
Veintiocho velos
lleva mudados.
Sola, en el cielo,
piensa al amado.
Y, ya a punto,
cuando anochece,
vientre maduro,
baja y se mece.
Toca las aguas.
De sus caderas,
pare un reflejo,
lumbre y quimera.
Y, así, amantes,
luz y osadía,
hombre en luna,
luna y hombría,
amando mueren
y cobran vida
sobre las aguas
de aquella ría.













¿Cuál es el olor del AMOR? 

Porque si de AMOR se trata AROMa ha de tener...

... AMOR es como huele una sonrisa brotada del corazón, asomada a los labios que balconean todos los dientes. AMOR es como huele el idioma en que se canta una canción de cuna, las manos tendidas que acarician y, aún, el fin de los procesos al que damos por nombre “muerte”. AMOR, como huele la guerra que no sabe, todavía, que AMOR es (y por eso combate). Es como huele la Transparencia incolora en la que vibran los "colores", como la del espacio que recibe amablemente los trinos de los pájaros en vuelo y las fragancias de las flores. Es como huele la poesía en movimiento vestida de sonido, tinte y aroma, como huele un café compartido, el nombre de cada mujer y de cada hombre. Es el olor de la Madre que sostiene, abriga y nutre nuestros pasos sobre su piel y de cada púlsar en el infinito Universo… y de la nada, vacuidad de la plenitud… y del todo, plenitud de la vacuidad…AMOR es como huele el silencio que se pronuncia a sí mismo, la cristalina melodía del agua saltando en la fontana, el áspero crepitar del fuego, la nobleza fértil de la tierra, el devenir inasible del aire. Es el olor de la soledad en su propia compañía; es cada instante del no tiempo del AMOR, cada criatura de la Creación … y la Creación. AMOR es como huele… … …

Es, pues, madrepadre de todos los olores...


“AROMAMOR es… como huele la ESENCIA del SER".







Se hunde, detrás del horizonte encendido,
cada ocaso
y es fugitivo su trazo
en un cielo
teñido de cobrizas olas...





Reunida a mi niña y a mi anciana, hoy entro al nuevo día montada en la cresta de la vida, con plena conciencia del Juego que juego, dispuesta a no olvidarme de aquello que los grandes olvidan. 
Me agradezco, hasta aquí, el camino recorrido. Agradezco a los fuertes vientos, que me han enseñado a sostenerme erguida en mí misma, a la brisa cálida, que ha sabido calmar el dolor cuando lo hubo, soplando en mis heridas el reconfortante aliento como bálsamo aromado; al páramo, que, en su aridez, me privó de alimento, pues me facilitó el descubrir que hay un otro, inextinguible, que sustenta la verdadera existencia; al valle fértil, que me mostró la generosidad y abundancia de que está hecho el Universo que habito; a todos y cada uno de los rostros que acompañaron mi andar por devolverme, amorosamente, mi propio reflejo, por redireccionar, permanentemente, mis aprendizajes, por brindarme la posibilidad de encontrarme en cada uno de ellos y comprender comprendiéndome en la unidad del Espíritu.

Soy estrella y guía de mis propios pasos. Soy este perfume inconfundible, esta melodía única que se libera en el espacio ahora, así, aquí y se vuelve ARMOnía bajo el signo del AMOR...




Encuentro mi "casa" donde quiera que estoy, no sólo por sentir a la Madre Tierra que me sostiene y nutre y al Universo que nos contiene amorosamente a ambas como mi propio hogar sino porque el alma que en mí anida es mi auténtica Morada, Fuente inagotable de vida. Así se esfuma el sentido de "propiedad" pues no hay modo (porque no hay necesidad) de sentirse foráneo en ninguna parte y las barreras que separan distinguiendo colores y credos se desvanecen como una pesadilla que alguna vez fue necesaria para distinguir la REALidad del sueño





Es una tendencia pautada y afincada por las modas ideológicas creadas, alimentadas y sostenidas por la sociedad y su artificialismo materialista la de abandonar, a medida que se va creciendo en años, el saludable ejercicio del juego por ser éste dote exclusiva de la niñez, ese estado del ser humano incompleto en sí mismo, baladí y nada digno de crédito por alejado de la realidad del adulto. Es de este modo que, a la manera de un sube y baja, a medida que sumamos edad nos vamos acercando al mundo de los "grandes" y distanciando y enajenando del niño que fuimos, entendida esta transFORMACIÓN, dentro de los cánones culturales, como un signo de "buen juicio" y madurez. Así se van despintando los colores, apagando la algarabía, desmantelando la ingenuidad, perdiendo la capacidad de asombro, abortando el potencial exploratorio de la vida en sus infinitas manifestaciones. Llegan y se instalan en nuestras agendas los horarios, las citas programadas, la especulación, la "dependencia", los intereses creados, la vista puesta en el afuera, trayendo todo esto consigo la rigidez mental, la frustración de los sueños pueriles, la cancelación total de la fantasía. Se nos cuelgan una multitud de expectativas, se exige de nosotros acatamiento y rinde a costa de nosotros mismos pues la consigna es sostener el "modelo" de los mayores (gente sería...). Conque vamos ganando estatura y perdiendo altura.

En tanto, sucede dentro nuestro un llanto interno sofocado, no atendido, una necesidad profunda de volver a las bases, a lo auténtico, lo natural, no adquirido. Es ese niño que sigue vivo aunque amordazado, que pide por su libertad, por su legítimo derecho a ser. Hay humanos valientes que aún no han claudicado, que se otorgan el permiso de volver por ellos, de sacarlos de las sombras y devolverlos al pleno día. Son esos hombres y mujeres que no titubean en tirarse de un tobogán ante la mirada perpleja de su entorno, de participar de un picado en un corro callejero de purretes, de sentarse al borde de la fuente de la plaza céntrica a meter las patitas en el agua y chapotear por horas comiendo un helado. "Esos locos" que deciden recuperar la capacidad de jugar por el placer de jugar en sí mismo, por ir contra lo conforme y convencional que aniquila lo espontáneo y desbaratar conceptos, prejuicios y estructuras para volver a la riqueza de lo lúdico que expresa al niño en toda su pureza.

A través de su risa cristalina se asoma el alma irradiando su luz insobornable como lo hace el sol una mañana cualquiera por nuestra ventana.





Son de los niños las alas 
con que se alcanza 
la estrella 
más bella, 
aquella 
allende la voluntad 
del adulto más pintado.

Son de los niños las manos
con que se amasan
los sueños
sin dueños,
pequeños
universos magníficos 
que el adulto no conquista.

Son de los niños los trinos
con que se tejen
sus risas
sin prisas,
con brisas
que acarician realidades 
que el adulto no vislumbra.

Son de los niños los ojos
con que se espeja
el brillo,
un grillo,
diablillo
que le hace cosquilla al adulto
escondido tras sus miedos.

Ay, del adulto dormido
que, entre las sombras,
sumido,
perdido,
hundido,
ya no recuerda al niño 
que, aún, habita su jardín interno...





Voy a remontar el camino de un grano de arena 
por volver a la montaña 
y pararme en su cima.

Voy a sentarme en el cauce dormido de un río seco 
y dejarme llevar por sus corrientes 
hacia donde fluye la vida.

Voy a atrapar esa hoja al viento 
para viajar en ella 
hasta la verde fronda de mis anhelos.

Voy a volver, uno a uno, tras mis pasos, 
atravesando el umbral acuoso y tibio, 
para ser esencia 
en la hoja, 
en el río, 
en la montaña...




Sentado a un lado del mundo, allí donde no caben más que los delicados reflejos sutilmente aromados que emana tu presencia, te miro en silencio. Clara, blanda, mágica tu silueta recortada en el resplandor tibio de la tarde. Te aspiro como a la brisa y me voy lejos, muy lejos perdido en el ensueño de tu sonrisa franca y amable. Hay un brillo particular en tus ojos que guardan el sol de todos los amaneceres y el cielo. Hasta el suave viento ha quedado perplejo ante ti al escuchar tu voz cantar el melodioso susurro de esas misteriosas palabras murmuradas por lo bajo, en secreto, entre risas sofocadas. Y son mi deleite, diligentes y llenas de gracia, esas manos tuyas desplegadas al aire, jugando con las hojas del ceibo que corona tu blancura desangrándose. No es necesario más para morir renaciendo eternamente al espacio infinito de tu alma.

No me ves… y te veo.




Arde el vientre del cielo. 
Lejanas en el horizonte, 
dos amantes siluetas fundidas se desvanecen 
como un flamígero rayo en las fauces de la noche
y es su furtivo trazo una apasionada rúbrica 
incendiando el abismo 
de la negrura...




Verdes praderas, siempre primavera. En danza eterna, Vida, trocas, tiñes, truenas tu paleta de acuarelas impecables y salpicas sueños siderales, como caricias, a la tierra. Amor es la cifra que sumas en la inagotable cuenta de los días y las noches y los nuevos días y es, tu silenciosa melodía, brisa de los permanentes devenires. No hubo ni habrá poeta alguno que atrape tu esencia en sus rimas por ser, tú, indefiniblemente simple, escurriéndote entre los suspiros y afanes de su pluma. 
Al torrente inextinguible que es tu insondable cauce, gustosa me entrego y me vuelvo una contigo en tus manos vibrantes.






La humana envoltura es paisaje donde se conjugan el cielo y el infierno, volviéndose, así, escenario de cada historia. Tan inquietantes las alturas como las profundidades, deviene en arte el aprender a vislumbrar la línea media y, dese allí, trazar, paso a paso, la senda. Ni bueno ni malo. Como el árbol que, enterrando sus raíces, busca la negrura de lo hondo para dar arraigo y sustento a esa parte de sí que intuye la gloria del espíritu, tal, se planta la humana criatura en este mundo, en esta tierra, emergiendo desde las ardientes bases, y no hay juicio en ello. Y es, el núcleo, cordial arco y caldero de la alquimia donde rojo y azul se funden e integran para dar a la luz el indefinible color de la esencia de la Vida.








Se mecen, como en ensueño, 
vivos destellos de oro 
sobre el bronce sereno de las aguas. 
Atardece 
y en el aire crepuscular 
se siente, 
se huele, 
se palpa 
la blandura de las sombras que suaviza contornos. 
Una bandada de aves ha surcado lo alto en alas del silencio. 
Mientras el eco de la voz del tiempo 
va soplando arena 
sobre los ojos…