Digo yo que en su tornasol se conjugan todos los colores. Si acaso una diosa fuera, de la Brisa lo sería, sin dudas. He observado en silencio cómo el aire se inquieta cuando bate sus alas, cómo despierta el rumor de las aguas del río a su paso fugaz, cuánto el vecindario florido se alborota si repica su canto entre los dulces estambres que han de entregarle la deseada ambrosía.

También el alma en mí, a su roce, se estremece, inspirándole a esta humana la fugacidad de un verso ante la tibieza de su cercanía.




Anhelar conocer y abrazar el sentido de la TRASCENDENCIA estando inmerso en el confinamiento que imponen los límites más o menos convenientes de un dogma está en el mismo rango de imposibilidad que el de pretender hacerse con la panorámica de 360° llevando puesto un par de anteojeras.




El tiempo que miden los relojes, conocido como tiempo civil, organiza los eventos de la vida cotidiana de muchas personas que viven en sociedades avasalladas por la civilidad.
Pero el tiempo natural, el de los procesos no regidos por la voluntad del hombre, sino por la fuerza intrínseca de su naturaleza, es totalmente ajeno a cualquier manipulación y por eso no se ajusta ni se encuadra en nuestras convenientes agendas y almanaques, absolutamente despojados de la lógica de la Creación.

Tomar conciencia de esto, reconocer y recuperar ese ritmo, sincronizándonos con él, vuelve a ponernos en estado de sintonía con el Orden Mayor del Universo que pulsa en cada una de nuestras células.